María Magdalena: Las leyendas sobre su supuesta tumba y el misterioso olor a rosas de sus restos

María Magdalena, según los relatos bíblicos, fue una de las más fieles seguidoras de Jesús de Nazaret, llegando a ser testigo de la crucifixión, muerte y resurrección del Nazareno. Tras estos acontecimientos, según cuenta la tradición ortodoxa, María Magdalena se retiró a Éfeso con la Virgen María y el Apóstol Juan, lugar donde habría muerto, aunque parte de la tradición católica aporta una versión distinta, asegurando que la mujer oriunda de la aldea hebrea de Magdala escapó junto con Lázaro y sus hermanas, llegando a las costas de la Galia, en la actual Francia.

Tras arribar a las costas de Marsella, María Magdalena habría emprendido la evangelización de Provenza para después retirarse a una cueva en esa provincia, donde habría llevado una vida de penitencia durante treinta años. Según esta leyenda, cuando llegó la hora de su muerte fue llevada por los ángeles a Aix-en-Provence, al oratorio de San Maximino, primer obispo de Aix, donde recibió la extremaunción, siendo su cuerpo sepultado en una pequeña población ubicada al sureste de Francia, conocida desde entonces como Saint-Maximin-la-Sainte-Baume.

La misma leyenda cuenta que el sepulcro de María Magdalena fue abierto siglos después -el 9 de septiembre o el 10 de diciembre de 1279- por orden de Carlos II, rey de Nápoles, conde de Provenza y sobrino del rey Luis IX de Francia. Según relatarían los presentes, durante la exhumación de sus restos mortales todos habrían sido testigos del maravilloso olor a rosas y perfume que desprendía el ataúd abierto. En el interior del mismo, cubierto de polvo, se encontraron los restos prácticamente intactos de la supuesta María Magdalena, a excepción de la mandíbula, que había sido exhumada siglos antes para ser llevada a Roma y la parte inferior de una de sus piernas. También se encontró una tablilla de madera recubierta de cera con una inscripción en latín: “Hic requiescit corpus beatae Mariae Magdalenae” (“Aquí reposa el cuerpo bendito de María Magdalena”).

En la tumba también fueron halladas la Santa Ampolla, una esfera de vidrio que contenía tierra empapada con la sangre de Jesús recogida a los pies de la cruz por la propia María Magdalena, además de un diminuto trozo de piel pegado a la calavera, concretamente en la zona donde Jesús había tocado a la mujer de Magdala tras su resurrección. Ese trozo de piel fue llamado por los obispos presentes en la exhumación “noli me tangere” (“no me toques”), en referencia a las palabras pronunciadas por Jesucristo tras aparecerse a María Magdalena y porque supusieron que a través del milagro del toque de Jesús, la piel aún estaba viva. Los encargados de las reliquias sellaron cuidadosamente el “noli me tangere” en un florero de vidrio. El Rey Carlos II de Anjou financiaría la construcción de una basílica en el mismo lugar del hallazgo de los presuntos restos de María Magdalena y en el año 1600 las reliquias fueron colocadas en un sarcófago enviado por Clemente VIII, siendo la cabeza separada del cuerpo y colocada en una vasija.

Durante la Revolución francesa, para preservar las sagradas reliquias del odio revolucionario anticatólico, el sacristán Joseph Bastide retiró de la iglesia la calavera de María Magdalena, la Santa Ampolla y el “noli me tangere”, siendo estas reliquias donadas posteriormente al arzobispo y guardadas. Durante el siglo XIX, el supuesto cráneo de María Magdalena y el “noli me tangere” fueron puestos en un relicario de oro consistente en una máscara de cristal ataviada con una melena dorada y custodiada simbólicamente por las esculturas, también en oro, de cuatro ángeles, en cuyo dorso figuraban grabados los números romanos MDCCCLX (1860). Posteriormente, la Santa Ampolla sería robada de la basílica donde se encontraba, siendo actualmente desconocido su paradero. Hoy, el presunto cráneo de María Magdalena descansa la mayor parte del año en la cripta de la Basílica Sainte Marie Madeleine, la basílica gótica ubicada en el pequeño pueblo de Saint-Maximin-la-Sainte-Baume cuya construcción comenzó en 1295 bajo el reinado de Carlos II de Anjou, Rey de Nápoles, Conde de Provenza y sobrino de San Luis (Rey de Francia).

En la actualidad, los visitantes, creyentes y turistas pueden admirar el presunto cráneo de María Magdalena en la cripta ubicada debajo de la planta baja de la basílica, bajando una estrecha escalera de piedra, justo detrás de su sarcófago de alabastro. Muchos testigos aseguran que aún perdura allí el característico “aroma de rosas”. Esta y otras reliquias de la santa son sacadas en procesión cada 22 de julio, día de su festividad, colocándose una máscara dorada sobre la cápsula de cristal bajo la que se halla la calavera con el fin de protegerla.

Otras conocidas reliquias de María Magdalena son su Pie Izquierdo, que se encuentra hoy en la Basílica de San Juan Bautista de los Florentinos, donde está guardado en un relicario de plata obra de Benvenuto Cellini; y su Mano izquierda, reliquia que se encuentra en el Monasterio de Simonos Petra, en el Monte Athos, en Grecia, custodiada en el interior de un estuche ornamentado donde es venerada por parte de los peregrinos que acuden a verla. Según la creencia popular, esta última reliquia es incorruptible y milagrosa y desprende un agradable aroma idéntico al descrito en el relato de la apertura de la tumba francesa de la célebre discípula de Jesús.

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